Ser médico trae consigo una responsabilidad emocional intensa, la exposición constante a las emociones de los pacientes, que en muchas situaciones son negativas, la expectativa de que el médico encontrará la solución a sus males, las historias de angustias y tristezas con las que cargan ellos, y en las que los médicos, a menudo, empatizamos más de lo que es saludable para nuestra estabilidad mental, nos ponen en un alto riesgo de padecer enfermedades como la ansiedad, la depresión y el burnout. Pero, también nos ponen en una alta necesidad de desarrollar estrategias que nos permitan establecer sanos límites entre nuestras emociones y las de nuestros pacientes, sin perder de vista la empatía.

Cuando los médicos no establecemos límites emocionales adecuados, es probable que la capacidad para prestar atención y brindar cuidados disminuya con el tiempo. Inmergirse más de lo normal en el estado emocional del paciente puede llevarnos a la fatiga emocional, lo que puede resultar en el desgaste, la apatía e incluso la sensación de fracaso profesional. En cambio, los límites sanos permiten mantener una perspectiva clara y objetiva, sin sacrificar el cuidado humano y la empatía. Algunos signos de advertencia que nos indican que necesitamos poner límites emocionales, son:

  • Sentir el dolor del paciente como propio: esto puede evidenciarse en situaciones como soñar con el paciente, experimentar altos niveles de ansiedad por no poder ser parte de la solución que lo aqueja, entre otros.
  • Incapacidad para desconectarse del trabajo: se presenta cuando estando fuera del turno, constantemente pensamos en nuestros pacientes, hasta el punto de que se nos dificulta disfrutar de nuestro tiempo personal.
  • Fatiga emocional y física: es cuando sentimos fatiga, irritabilidad que con el pasar de los días no se disipa, incluso podemos presentar síntomas físicos como dolores de cabeza o insomnio.
  • Nos reflejamos más de la cuenta en la realidad de los pacientes: esto se evidencia cuando nuestros problemas personales comienzan a involucrarse con la atención médica que brindamos, creando un efecto “espejo”, entre nuestras emociones y las de nuestro paciente, lo que no permite distinguir entre lo que está en nuestras manos gestionar y lo que no.
  • Sentimos culpa por no poder solucionar los problemas del paciente: esto ocurre cuando, como médicos, ponemos todo nuestro valor en función de un caso que no pudimos resolver, desconociendo los otros escenarios y casos en los que sí hemos logrado desempeñarnos de manera exitosa.

Si lo que leíste hasta este punto, te generó identificación, significa que tú necesitas aprender estrategias que te permitan establecer distancia emocional con tu trabajo. A continuación te dejamos algunas tácticas que pueden ayudarte a mantener tu salud mental entre la abrumadora realidad por la que pueden estar pasando tus pacientes.

  • Observar sin absorber: las emociones de los pacientes vienen sin aviso, así como las tuyas, por eso, es importante que te recuerdes que tu rol es el de cuidador y guía en temas de salud, pero que te es humanamente imposible resolver cada aspecto de la vida de tus pacientes, por eso, es crucial que cuando una situación complicada llegue, te permitas observar lo que está sucediendo sin absorberlo, recordando cuáles son tus límites en la atención médica que brindas y cuáles son las responsabilidades o deberes de tus pacientes.
  • Practicar el estar en el momento presente: más conocido también como mindfulness, una práctica que ayuda a entrenar la presencia y la conciencia de las propias emociones, lo que te permite responder con mayor asertividad a las emociones propias y externas, evitando así las reacciones impulsivas frente a la angustia y tristeza de los pacientes. Además, te permitirá ver la vida con mayor calma y plenitud, generando bienestar y una mayor fortaleza emocional.
  • Crea una rutina de desconexión emocional: es normal que a medida que pasa el día te cargues con las emociones que te generaron las situaciones que hayas tenido que enfrentar, especialmente si eres una persona que por naturaleza es altamente empática. Por esto, es necesario que crees una rutina que le ayude a tu cerebro a despejarse, a salir del estado emocional en el que pudo involucrarse sin quererlo; algunas de las actividades que pueden servir para esto son, escribir a manera de cierre de la jornada todas las emociones por las que pasaste, también puedes hacer ejercicio o realizar una caminata. Practica la actividad que más te permita desconectar con el trabajo y conectar contigo mismo.

También es importante que cultives tu círculo social, las relaciones con tu familia y amigos son las que te sostendrán y te brindarán estabilidad en los momentos de desánimo y decepción.

  • Refuerza la autoconciencia: antes de una consulta, una revisión o una ronda,
    tómate dos minutos para realizar un chequeo emocional, pregúntate cómo estás y
    cómo te sientes, y recuerda tu respuesta. Después de que termines de atender a tu
    paciente, hazte las mismas preguntas e identifica qué emociones son las que te pertenecen y cuáles fueron absorbidas de externos. Este ejercicio te ayudará gestionar mejor las emociones que vienen de afuera.
  • Ten una lista de contacto de profesionales en otras áreas: cuando llegue un paciente con un problema que no puedes atender como médico, al tener una lista de contacto de profesionales en otras áreas, podrás redireccionar tu paciente hacia alguien que tal vez pueda ayudarle en lo que necesita. De esta forma disminuye la sensación de frustración al no poder hacer más por esta persona.
  • Visualízate a ti mismo como un “héroe anónimo”: recuerda que como profesional de la medicina no estás para ser el héroe emocional de tus pacientes, eres un héroe anónimo que actúa sin necesidad de reconocimiento ni sobrecarga emocional. Tu objetivo es impactar en la salud de los pacientes, no en cargar con dolores que no te pertenecen.
  • Acude a apoyo profesional: hay emociones que pueden desbocarse de su curso natural y empezar a tomar el control de tu vida, esta situación es riesgosa, no solo para tu salud mental, sino para la objetividad y concentración que necesitas para desarrollar de la mejor manera tu práctica médica. Por esto, es importante que recurras a apoyo profesional cuando lo necesites, bien sea porque las emociones te desbordan, o porque quieres evitar que una situación tome ventaja sobre tu trabajo y tu vida. Recuerda que en los hospitales, universidades, y demás empresas hay áreas que se enfocan en el bienestar y talento humano, donde pueden ayudarte a gestionar el estado por el que estés atravesando.

Establecer estos límites permite que puedas ofrecer un mejor cuidado, uno que nace de una posición de fuerza y equilibrio emocional, una posición con la que puedes transmitirle esa seguridad a tus pacientes. Con estas estrategias, los médicos pueden mantenerse centrados en su propósito de cuidar, mientras también se cuidan a sí mismos.

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