
En el día a día del ejercicio médico, no solo tienes que enfrentarte a diagnósticos y tratamientos; también debes hacer frente a situaciones que demandan de ti habilidades diferentes a las que usas para diagnosticar o elegir el tratamiento adecuado. Necesitas habilidades interpersonales que te permitan construir confianza con pacientes y familiares. En medio de la presión asistencial, los conflictos son inevitables: inconformidad con la atención, discrepancias sobre decisiones clínicas o incluso choques emocionales en momentos de crisis.
Lejos de ser un obstáculo, estos conflictos pueden convertirse en oportunidades para fortalecer la relación médico–paciente, siempre y cuando se manejen con empatía, comunicación clara y autocontrol.
¿Por qué surgen los conflictos en la consulta médica?
Algunas causas frecuentes son:
Reconocer estas causas ayuda a entender que el conflicto no siempre es personal, sino parte del contexto.
Herramientas prácticas para el manejo de conflictos
Aquí te dejamos algunas herramientas prácticas que te serán de mucha ayuda al gestionar los conflictos que se puedan presentar con tus pacientes y sus familiares.
Permitir que el paciente o familiar exprese sus preocupaciones sin interrupciones.
Explica los diagnósticos, tratamientos y limitaciones en un lenguaje sencillo.
Reconocer la emoción del otro ayuda a bajar defensas.
Ante gritos o reproches, no respondas con la misma intensidad. Respira profundo, controla tu tono de voz y mantén una postura abierta. Tu serenidad puede contagiar al otro, es importante que no permitas que la situación te indisponga, tú debes llevar el control.
No siempre se resuelven todos los problemas, pero sí se pueden negociar pequeños pasos.
Si la situación se torna agresiva, es válido poner límites.
Consejos extra para prevenir conflictos
El conflicto en la práctica médica es inevitable, pero no necesariamente negativo. Cuando se maneja con escucha, claridad, empatía y autocontrol, se transforma en una oportunidad para fortalecer la relación con los pacientes y sus familias. Un médico que desarrolla estas habilidades no solo mejora la calidad de la atención, sino también protege su propio bienestar emocional, evitando desgaste innecesario y cultivando relaciones más humanas y colaborativas.
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