La medicina es una profesión profundamente humana. Escuchar historias difíciles, acompañar procesos dolorosos o dar noticias que cambian vidas forma parte del día a día médico. Y aunque conectar con el paciente es esencial, hay una línea que, si no se cuida, puede afectar tu bienestar emocional: llevarte esos problemas contigo al final de la jornada.

Este artículo no busca que te desconectes, sino que aprendas a proteger tu salud mental para poder seguir cuidando a los demás.

1. Reconoce tus emociones (sin juicio)
Sentir tristeza, rabia o frustración por lo que vive un paciente no te hace débil, te hace humano. Lo importante es no reprimirlas ni dejar que se acumulen. Hablar con colegas, escribir lo que sientes o reconocerlo mentalmente ya es un primer paso para procesar lo vivido.

2. Define un “ritual de cierre” al final de cada jornada
Al salir del hospital o consultorio, crea un hábito que simbolice el fin del turno:

  • Escuchar música que te desconecte.
  • Cambiarte de ropa.
  • Tomarte un café tranquilo antes de volver a casa. Esto ayuda a tu mente a hacer la transición entre tu rol profesional y tu vida personal.

3. Establece límites mentales y emocionales
Puedes ser empático sin absorber el dolor del otro. Frases internas como “hice lo mejor que pude hoy” o “esta situación no depende solo de mí” son recordatorios poderosos para no cargar con responsabilidades que no te corresponden.

4. Practica la desconexión activa
Desconectarte no significa ser indiferente, significa recuperar tu energía. Después del trabajo, busca actividades que te devuelvan al presente: ejercicio, lectura, tiempo en familia, hobbies. Tu bienestar no llega solo, debes disponerte a hacer actividades diferentes para lograr desconectarte.

5. Apóyate en otros profesionales
No tienes que lidiar con todo solo. Si notas que ciertas historias te están afectando más de lo normal, considera hablar con un psicólogo. Así como tus pacientes confían en ti, tú también puedes confiar en un profesional para cuidar tu salud mental.
No eres un robot. Eres un médico con una gran vocación, pero también con una vida y una salud que debes proteger. Aprender a no llevarte el dolor de tus pacientes a casa no te hace menos profesional: te hace más fuerte, más consciente, y sobre todo, más capaz de seguir cuidando a quienes más lo necesitan.