Como médico general, estás entrenado para salvar vidas, pero no siempre puedes hacerlo y aunque racionalmente sabes que la muerte es parte de la medicina, eso no hace que atravesar este tipo de situaciones sea más fácil. Cuando un paciente fallece, algo también muere dentro de ti: la expectativa de un desenlace distinto, la conexión creada en el proceso, la sensación de que hiciste todo lo posible. La parte más difícil es que, muchas veces, te toca seguir como si nada, salir de la sala y entrar a la siguiente consulta, atender nuevos imprevistos, entre otros. Pero el duelo médico existe y es necesario hablar de esto.

¿Cómo impacta emocionalmente la muerte de un paciente?

Sentimientos frecuentes:

  • Culpa: “¿Y si hubiera hecho algo distinto?”.
  • Impotencia: cuando el diagnóstico o los recursos no fueron suficientes.
  • Autoexigencia extrema: “no puedo fallar, no me lo puedo permitir”.
  • Tristeza silenciosa: por el vínculo humano que se rompe, incluso si fue breve.

Consecuencias si no se procesa:

  • Burnout crónico.
  • Insomnio o ansiedad.
  • Fatiga emocional o pérdida de sentido vocacional.
  • Evitación de ciertas especialidades o contextos clínicos.
  • Dificultad para empatizar o comunicar malas noticias.

¿Por qué los médicos rara vez hablan de esto?

  • Cultura del “aguante”: se asocia la vulnerabilidad con debilidad.
  • Formación deshumanizada: se enseña a diagnosticar, pero no a procesar emocionalmente la muerte.
  • Miedo al juicio profesional: sienten miedo de que, si les afecta, los demás colegas piensen que no es emocionalmente fuerte.
  • Falta de espacios seguros: no hay lugares dentro del sistema donde hablar del duelo sin ser cuestionado.

Guía práctica: cómo procesar el duelo médico sin colapsar

1. Reconoce que es normal sentir

Estar triste, frustrado, confundido o incluso enojado no te hace menos profesional. Te hace humano. El primer paso para sanar es permitirte sentir sin culpa, la emoción ya está allí, reconócelo y entiende que no eres débil, que eres humano y que es normal que te afecte.

2. Habla con alguien de confianza

Puede ser un colega, un superior empático, un mentor o terapeuta. Compartir lo que pasó, y cómo te sentiste, ayuda a descargar la tensión emocional y ver con más claridad la situación, para que evalúes tus limitantes, y puedas entender mejor de dónde viene la culpa, el dolor o la tristeza. La perspectiva que te ofrecen tus compañeros puede ayudarte a tener otra mirada sobre la situación, especialmente porque lo estarás hablando con personas que ya han pasado por lo mismo.

3. Escribe tu experiencia

Llevar un diario o simplemente redactar lo vivido con ese paciente te ayuda a darle sentido a lo que pasó, a darle un lugar y orden a tus emociones. Puedes escribirle una carta simbólica al paciente, al equipo o a ti mismo.

4. Tómate un respiro consciente 

Sabemos que trabajar en salud suele ser muy caótico, y que no siempre hay espacio para pausas, pero aunque sea 10 minutos de silencio, caminar o respirar, puede marcar la diferencia para tener un tiempo de procesar para continuar. No es debilidad, es un acto de respeto por lo que acabas de vivir.

5. Haz una revisión objetiva del caso (si lo necesitas)

Si sientes que de esta situación médica, de este desenlace, tienes algo que aprender, revísalo, no desde el castigo, sino desde el aprendizaje. ¿Hubo algo que podrías mejorar?, ¿o simplemente fue algo inevitable? Esto te puede ayudar a separar el duelo emocional de la culpa profesional.

6. Recibe retroalimentación compasiva

Si estuviste en un entorno de equipo, hablar con otros médicos sobre lo que pasó puede ayudarte a entenderlo desde otras perspectivas, y quizás, ver que hiciste más de lo que tú mismo reconoces.

7. Conecta con tu propósito

En un momento como estos, puedes sentir un fuerte sacudón dentro de ti, incluso, cuestionarte tu vocación, por eso, recuérdate por qué elegiste esta profesión, cuáles eran tus sueños, qué vidas has logrado salvar y que ha hecho que todo valga la pena. Recuerda que aún tienes muchos pacientes más a los que puedes ayudar con tu conocimiento, tu empatía y tu amor por la medicina.