El ejercicio de la medicina exige entrega, largas jornadas y un contacto constante con el sufrimiento humano. En medio de esta realidad, hablar de autocuidado puede sonar utópico o como una tarea más en una lista interminable. Sin embargo, el autocuidado garantiza no solo la salud del médico, sino también la calidad de la atención que ofrece a sus pacientes. El reto está en hacerlo realista: crear rutinas que se adapten a los turnos cambiantes, a la presión laboral y a la vida personal. Te proponemos estas estrategias para que lo logres:
1. Empieza por lo esencial
El autocuidado no significa transformar de un día para otro tu estilo de vida. Se trata de identificar una o dos prácticas que realmente te recarguen. Puede ser dormir mejor, alimentarte con mayor regularidad o dedicar unos minutos al día para respirar conscientemente. Esos actos pequeños suman, y al pasar las semanas lograrás ver cómo tú te empiezas a sentir mejor.
2. Flexibilidad sobre perfección
La vida del médico rara vez es lineal. Por eso, las rutinas deben ser flexibles, no rígidas. Es preferible mantener hábitos cortos y constantes —como 10 minutos de meditación o 15 minutos de caminata— que diseñar planes imposibles de cumplir. Un recordatorio en el celular o una nota en la agenda pueden ser aliados sencillos, que marcan la diferencia.
3. Descanso como prioridad
Para ti como profesional de la medicina, que estás expuesto a jornadas extenuantes, dormir se convierte en una herramienta profesional. Aunque los horarios no siempre lo permitan, el descanso debe considerarse parte integral de tu trabajo como médico. Ajustar el sueño de forma fragmentada, reducir el uso de pantallas antes de dormir y crear un ambiente tranquilo en casa puede marcar la diferencia en energía y enfoque.
4. Nutrición práctica y consciente
No se trata de dietas complicadas. El autocuidado nutricional comienza evitando saltarse comidas. Llevar snacks saludables en la bata o bolso, como, frutas, frutos secos, barras de proteína, entre otras. Esto te ayuda a mantener la energía y el estado de ánimo estable. También es importante que mantengas una botella de agua siempre a la mano, mantenerte hidratado es fundamental durante la jornada.
5. Movimiento en pequeñas dosis
El cuerpo también pide cuidado. Entre consultas o en un cambio de turno, unos minutos de estiramiento o respiración profunda pueden liberar tensión. En los días libres, optar por actividades placenteras —como bailar, caminar o practicar yoga— puede ser más efectivo que obligarse a ir al gimnasio.
6. Cuidado emocional y conexión
El desgaste emocional es real. Espacios breves de desconexión, como escuchar música o escribir en un diario, ayudan a procesar el día. Hablar con colegas de confianza o con la familia reduce la carga silenciosa, y cuando la situación lo exige, buscar ayuda profesional es un acto de responsabilidad, no de debilidad.
7. Ajustar sin culpa
Las rutinas de autocuidado no son fijas y menos para ti que eres profesional en medicina y los horarios de tus turnos pueden variar. Por eso, cada semana conviene que te preguntes: ¿qué funcionó?, ¿qué fue difícil mantener? Ajustar es parte del proceso. El autocuidado debe evolucionar con tus necesidades y realidades como médico.
El autocuidado realista no consiste en añadir más tareas a una vida ya saturada. Se trata de elegir de manera intencional aquello que sostiene el bienestar físico, mental y emocional. Cuando los médicos cuidan de sí mismos, también cuidan mejor de sus pacientes.